
RITSUKA UENOYAMA está aburrido de todo: de la escuela, de su club de baloncesto e incluso de su única verdadera pasión: tocar la guitarra. Es decir, hasta el día en que encuentra su lugar escondido favorito para la siesta ocupado por un niño extraño que sostiene una guitarra de cuerdas rotas. Al principio, UENOYAMA está desconcertado por MAFUYU SATO y su comportamiento un poco extraño. Pero cuando por un capricho le pide a Mafuyu que cante, el poder de esa canción lo atraviesa hasta la médula.